jueves, 16 de diciembre de 2010

PERVERSIONES + 2 Micros

El libro que dio origen a “Parafilias ilustradas” ya es una realidad, bajo el título Perversiones. Breve catálogo de parafilias ilustradas pronto estará disponible en todas las librerías


Andrés Portillo, Rafael Linero, Raúlo Cáceres, Ángel Olgoso, Antonio Dafos, Isabel González González, Manuel Moyano, Quim Pérez, Jorge Fornés, Vicente Muñoz Álvarez, Hugo Rg [pobreartista], Joaquín Torres, U! a.k.a
Uriel A. Durán, Ginés Cutillas, Miguel Sanfeliu, Fusa Díaz, Cristina de Cos, Fco. Javier Pérez, Pablo E. Soto, Hugo García, Marina Guiu, David González, Pablo Gallo, Carlos Vitale, Manuel Rebollar, Ana Ayuso Verde,
Isabelle López, Francisco Naranjo, Alejandro Santos, Rubén Little Nemo, Marina Baizán, Hilario J. Rodríguez, Elvis Gato, Juan Jacinto Muñoz Rengel, José Ángel Barrueco, Isabel Wagemann, David Guirao, Joan Ripollès
Iranzo, El Bute, Eva Díaz Riobello, Salvador Moreno Valencia, Popá, Elías Moro, Martín Pardo, Carlos Manzano, Kikus, Nacho Cagiga, Felisa Moreno Ortega, Andrés Neumam, Juan Gonzalo Lerma, Manu Espada, Joaquín López, M. A. Cáliz, Pepe Cervera, Rita Vicencio, María Simó, José Ángel Cilleruelo, José Abad, Amanda Manara, Miguel Ángel Zapata, Federico Villalobos, José Cruz Cabrerizo, Esteban Gutiérrez Gómez, Oscar Esquivias, Pablo Ruiz, Carola Aikin, Raul Brasca.

más info en: http://parafiliasilustradas.blogspot.com/


BEODO (José Ángel Barrueco en “Perversiones”, Ed. Traspiés)

El borracho entró en su casa a las 5 de la madrugada.

Una vez desnudo y en el dormitorio, se deslizó entre las sábanas y, a pesar de la cogorza, se le puso dura al notar la proximidad de su mujer dormida. Ella, además, estaba en cueros. Empezó a masajear sus senos y a sobarle el clítoris y a lamerlo, sin hacer ruidos para no despertarla. El mareo derivado de la bebida lo hizo abandonar esas maniobras. Y entonces se dio cuenta de su frialdad. Le palpó el cuello: su mujer estaba muerta. Aún a oscuras, le abrió las piernas y empezó el fornicio. Tras eyacular encima, orinó sobre los senos, entre otras depravaciones. Al recuperar el resuello, dio la luz. Aquello no era su mujer: ni viva ni muerta. Lo que se había tirado era una muñeca de látex, una reproducción perfecta del cuerpo humano: con humedad en sus cavidades y sensaciones de piel al tacto. En ese instante se abrió recreándose en la trampa, con un revólver apuntándole al pecho. La mujer dijo:
“Hijoputa, ya te tengo. Siempre he sabido que me escondías tus perversiones. Pero ahora te vas a enterar: yo también sé follarme a un cadáver”.
Y apretó el gatillo.

VELOCIDAD (Esteban Gutiérrez Gómez, en “Perversiones“, Editorial Traspiés)

Acabo de recogerla del hospital. Las piernas rotas, el cuello hecho puré y la cara descompuesta: dos años de recuperación. Sus labios no, sus labios igual que siempre. Sonríe.
Me mira y, solo de pensarlo, tiemblo.
A mí no me fueron mucho mejor las cosas: tuve que volver a aprender a andar y todavía me orino encima. Uno de mis ojos, el menos centrado, es de cristal.
Agarra mi mano y vuelve a sonreírme. Tiene un brillo maligno en su mirada que a mí me descompone.
Me dejo dominar y, solo de pensarlo, tiemblo.
El coche es nuevo. Un todoterreno, por lo que pueda pasar. Alto como un tanque, con defensas delanteras cromadas y cristales blindados. Salimos a la autopista y cogemos velocidad. Me mira. Sus labios carnosos, como los recordaba.
Pasea su lengua por ellos y, solo de pensarlo, tiemblo.
Empieza a ponerse tensa, como levitando sobre el asiento. Luego como que se licua, se desliza hacia abajo, muerde su labio inferior y empieza a gemir. Siente la aceleración en su sangre, me acaricia, mete sus dedos en mi boca y agacha la cabeza hacia mi regazo.
La cremallera suena y libera mi fogosidad.
Me lame y tiemblo.
Agarro el volante con fuerza, intento memorizar la carretera y cierro los ojos.

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