Ex-actor de cine y teatro. Guionista de cine sin éxito (de ocho guiones no he conseguido vender ninguno). Director fracasado de cortometrajes (Aunque me he llevado algún premio la obra no ha superado el paso del tiempo)
Y por último, aprendiz de escritor. (Solo he publicado unos cuantos poemas en una editorial de provincias)
LA MANZANA
por Pepe Pereza
Después de cenar, Mariano se puso a ojear el periódico, todo eran malas noticias: atentado en no sé dónde, guerras por allí, masacres por allá…, en fin, lo de todos los días. Pasó unas cuantas hojas al azar y leyó: Desarticulada una red de pederastas que operaba desde…
–A esos pervertidos habría que castrarlos a todos -dijo con desprecio sin terminar de leer el titular.
–¿Decías algo? - preguntó su mujer desde la otra habitación
–Digo que a los cabrones de los pederastas había que cortarles la polla a todos – contesto él con tono despectivo.
–¿Qué dices de pederastas? – insistió la buena de su mujer.
–Nada, cosas mías –concluyó.
Dejó el periódico a un lado, no quería que se le indigestara la cena. Eligió una de esas revistas del corazón que compraba su mujer. Se paró a leer una entrevista que le hacían a un ex de una cantante que fue famosa en los años setenta y que ahora vivía de pasear sus antiguos éxitos, obesidad y cursilería por todas las televisiones del país. Las preguntas de la entrevista se centraban principalmente en temas esotéricos:
–¿Qué opina usted, sobre los espíritus, el poder de la mente y todo lo esotérico en general?
–Yo no creo en esas chorradas, porque no son más que chorradas. Es más, desconfió de todo aquel que crea en esas mariconadas. Esa gente está vacía y no tienen de qué hablar, por eso se inventan esas cosas. ¿Poder de la mente? ¡Me cago en el poder de la mente! Se empieza con eso y un día te sorprendes a ti mismo mirando fijamente a una manzana mientras intentas hacerla levitar. Toda esa chusma son unos ladrones...
Le jodía reconocerlo, pero él pensaba igual que el ex de la cantante. Le gustaba comer algo de fruta después de cenar, así que casualmente tenía una manzana delante. Sabía que era una tontería intentarlo, pero por probar no perdía nada. Miró la manzana fijamente, concentrándose en su imagen, diciéndose a sí mismo que tenía que moverla con su mente. Así estuvo durante casi un minuto. Cuando estaba a punto de abandonar, entreabrió un ojo. Le pareció verla moverse muy levemente. No estaba seguro, así que lo intentó de nuevo. Se concentró en el centro de la manzana, apretó con fuerza los dientes, cerró los ojos y dijo para sí:
–Te voy a hacer bailar.
Se escuchó un ruido seco, como una pequeña detonación amortiguada. Abrió los ojos, la manzana había desaparecido. No estaba ni encima ni debajo de la mesa. No sabía qué pensar, estaba absorto, apenas podía respirar. De pronto, algo cayó encima de la revista que aún sostenía en sus manos. Era un pegote verdiblanco parecido a la mermelada. Miró al techo y allí estaba. La manzana estaba pegada, mejor dicho, espachurrada junto a la lámpara. Mariano de poco se caga encima. ¿Cómo había llegado la manzana hasta ahí? ¿Habría sido él con su poder mental?... Llamó a gritos a su esposa, que planchaba unas camisas dos habitaciones más allá. Cuando acudió la señora asustada por los gritos de su marido, este le mostró lo que quedaba de la manzana. Le contó cómo había sucedido, le dio todo tipo de detalles: cómo se había concentrado, cómo se le ocurrió la idea, lo de la entrevista, lo del ex de la cantante… Absolutamente todo. La buena señora no se creyó ni una palabra. Simplemente se limitó a mirarle como si estuviera loco sin dejar de recordarle lo caro que salía un pintor, lo estúpido de meterse en gastos inútiles, que buscara trabajo, que estaba todo el día en casa tumbado a la bartola, etc, etc, etc. Seguidamente, le ordenó que subiese a casa del vecino a pedirle la escalera para poder limpiar aquella porquería. De golpe, una idea brilló en su cabeza. Si lo había conseguido una vez ¿por qué no intentarlo de nuevo? Sabía que su amada esposa pesaba mil veces más que la manzana, pero aun así decidió intentarlo. La miró fijamente, dejando su mente en blanco. Concentrándose, apretó con fuerza los dientes y por lo bajinis se dijo:
–Te voy a hacer bailar…
–A esos pervertidos habría que castrarlos a todos -dijo con desprecio sin terminar de leer el titular.
–¿Decías algo? - preguntó su mujer desde la otra habitación
–Digo que a los cabrones de los pederastas había que cortarles la polla a todos – contesto él con tono despectivo.
–¿Qué dices de pederastas? – insistió la buena de su mujer.
–Nada, cosas mías –concluyó.
Dejó el periódico a un lado, no quería que se le indigestara la cena. Eligió una de esas revistas del corazón que compraba su mujer. Se paró a leer una entrevista que le hacían a un ex de una cantante que fue famosa en los años setenta y que ahora vivía de pasear sus antiguos éxitos, obesidad y cursilería por todas las televisiones del país. Las preguntas de la entrevista se centraban principalmente en temas esotéricos:
–¿Qué opina usted, sobre los espíritus, el poder de la mente y todo lo esotérico en general?
–Yo no creo en esas chorradas, porque no son más que chorradas. Es más, desconfió de todo aquel que crea en esas mariconadas. Esa gente está vacía y no tienen de qué hablar, por eso se inventan esas cosas. ¿Poder de la mente? ¡Me cago en el poder de la mente! Se empieza con eso y un día te sorprendes a ti mismo mirando fijamente a una manzana mientras intentas hacerla levitar. Toda esa chusma son unos ladrones...
Le jodía reconocerlo, pero él pensaba igual que el ex de la cantante. Le gustaba comer algo de fruta después de cenar, así que casualmente tenía una manzana delante. Sabía que era una tontería intentarlo, pero por probar no perdía nada. Miró la manzana fijamente, concentrándose en su imagen, diciéndose a sí mismo que tenía que moverla con su mente. Así estuvo durante casi un minuto. Cuando estaba a punto de abandonar, entreabrió un ojo. Le pareció verla moverse muy levemente. No estaba seguro, así que lo intentó de nuevo. Se concentró en el centro de la manzana, apretó con fuerza los dientes, cerró los ojos y dijo para sí:
–Te voy a hacer bailar.
Se escuchó un ruido seco, como una pequeña detonación amortiguada. Abrió los ojos, la manzana había desaparecido. No estaba ni encima ni debajo de la mesa. No sabía qué pensar, estaba absorto, apenas podía respirar. De pronto, algo cayó encima de la revista que aún sostenía en sus manos. Era un pegote verdiblanco parecido a la mermelada. Miró al techo y allí estaba. La manzana estaba pegada, mejor dicho, espachurrada junto a la lámpara. Mariano de poco se caga encima. ¿Cómo había llegado la manzana hasta ahí? ¿Habría sido él con su poder mental?... Llamó a gritos a su esposa, que planchaba unas camisas dos habitaciones más allá. Cuando acudió la señora asustada por los gritos de su marido, este le mostró lo que quedaba de la manzana. Le contó cómo había sucedido, le dio todo tipo de detalles: cómo se había concentrado, cómo se le ocurrió la idea, lo de la entrevista, lo del ex de la cantante… Absolutamente todo. La buena señora no se creyó ni una palabra. Simplemente se limitó a mirarle como si estuviera loco sin dejar de recordarle lo caro que salía un pintor, lo estúpido de meterse en gastos inútiles, que buscara trabajo, que estaba todo el día en casa tumbado a la bartola, etc, etc, etc. Seguidamente, le ordenó que subiese a casa del vecino a pedirle la escalera para poder limpiar aquella porquería. De golpe, una idea brilló en su cabeza. Si lo había conseguido una vez ¿por qué no intentarlo de nuevo? Sabía que su amada esposa pesaba mil veces más que la manzana, pero aun así decidió intentarlo. La miró fijamente, dejando su mente en blanco. Concentrándose, apretó con fuerza los dientes y por lo bajinis se dijo:
–Te voy a hacer bailar…
2 comentarios:
Oh, mi ilustración, qué ilu!
Me enamoré de este escrito desde la primera vez que lo leí.
Saludos.
A mí también me gusta mucho tu ilustración, Augusta II.
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