Nadie lo diría, y es que la gente es ciega en el infierno. ¿Cómo si no el perpetuo caminar en círculos? Pero yo vi muy bien al ángel de la perversión. Debía llevar mi primera ronda del centenar de vueltas cuando me dijo muy claramente ¿quieres volver a verla? No pude negarme. Era tanto el deseo y se hacía tan larga la espera...
Para qué decir que las opciones eran grotescas como ser rata, cucaracha, araña o simplemente las mondas de una patata o una piedra áspera. La menos perniciosa era adoptar la forma del grajo. Se me hacía la boca agua al pensar que volvería a verla después de muerto. Ella que siempre ha sentido devoción por las aves. Me acogería entre sus sabrosos muslos y acariciaría mi plumaje. Yo me despertaría por dentro arrebujándome entre su carne. ¡Qué delicia!
El precio... bajar un par de niveles en el infierno.
Volé algo torpe a través del cielo atardecido. Qué azul era el azul. Qué puro se veía todo después de pernoctar en el infierno. A lo lejos divisé su ventana. Estaba abierta de par en par. Volé renacido y espoleado por mi deseo. Ella canturreaba coplas mientras barría el suelo de la casa. Me apoyé en la barandilla y retuve ese olor a lilas que desprendían sus pechos. Me armé de valor y le dije graj graj graj. Estaba preciosa, exuberante, tremendamente bella y me alegré cuando vi que no estaba vestida de luto. Pero algo insólito sucedió entonces. Ella se giró de golpe y al verme zarandeó la escoba para echarme de la barandilla. ¡Pajarraco! me gritaba con los ojos locos. ¡A mi que tanto la he amado! Pude meterme en la casa para evitar los golpes, pero ella continuaba con sus aspavientos mortales. Yo le intentaba explicar pero sólo se oía el graj graj extranjero saliendo de aquel pequeño cuerpo que me representaba. La escoba iba y venía con furia. En varias ocasiones me golpeó y me dejó aturdido. Yo batía mis alas frenéticamente y tuve que agarrarme con el pico en los visillos que vestían la ventana, pero ella no cejaba en su empeño de expulsarme de su vida.
Descolgó los visillos y los sacudió a la calle.
C
__a
____í como caen las piedras a un jardín, sin apenas hacer ruido. Triste y malherido volví a mi oscuro hogar, un par de plantas más abajo y comencé una nueva ronda de perpetuos círculos ciegos.
Esther Rodríguez Cabrales
imagen extraída de http://lacomunidad.elpais.com/blogfiles/colombine2/grajo.jpg
5 comentarios:
Andar en circulos, el hades griego con sus niveles, el grajo con su mal agüero,y la constatación de que volver a ver a una mujer puede hacer ver que no quería tanto a los animales como nos dijo...me ha gustado mucho el relato.
¡Buenísimo Esther!, pero esos perpetuos circulos ciegos aún me traen de cabeza. En fin, compañera, a uno o al otro lado del espejo, siempre perfecta.
Ya lo sé Andrés... ¿acaso no te han pitado los oídos?
... era yo que te maldecía...
Saludos. Os invitamos a conocer nuestro proyecto, del que daremos cumplida información en breve en nuestra página. Esperamos que resulte de vuestro interés y del de vuestros lectores.
Has pintado unas imágenes muy sugerentes: "canturrear coplas mientras barres el suelo" "el azul del azul". Existen en tu texto muchos aciertos.
Te inviamos a participar en nuestra, tu casa, La Esfera Cultural.
www.LaEsferaCultural.com
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