Manuel es el más prudente y trabajador de los vecinos de Om. Siempre anda planeando al milímetro cada uno de sus pasos, tratando de tener siempre el control de cuanto acontece en su vida. Cuida con esmero su jardín, poda y riega, planta, escarda, siempre en el momento justo para que ni una sola hierba escape con su alborotado crecimiento a sus planes. Concienzudo, riguroso, meticuloso, posee el jardín más bello y ordenado, lleno de plantas exóticas que otros no son capaces de cultivar.
Pero hace unos días las cosas se le pusieron complicadas. Una plaga de insectos invadió su jardín y de buenas a primeras todo su trabajo quedó destruido. Manuel no entendía por qué solo su jardín había sido atacado mientras el de su vecino crecía desordenadamente, sin demasiados cuidados y aún así, bello y frondoso.
Manuel se presentó apesadumbrado en casa de Om:
- Maestro, no entiendo qué he hecho mal. He cuidado mi jardín como cuido mi vida, lo he hecho todo en su momento y de la forma en que hay que hacerlo. Pero ahora me encuentro con todo destruido y no hay manera de que yo continúe con mis planes. No me quedan bulbos que cuidar, era el momento de podar pero mis árboles están muertos... y ¿qué voy a regar, si no queda nada con vida? No sé que hacer...
- Vuelve a tu jardín, límpialo, arranca todo lo que esté muerto y déjalo descansar.
Así lo hizo Manuel, cambió sus planes de poda y riego y se dedicó durante días a arrancar arbustos muertos, a talar árboles, a preparar la tierra. Volvió donde Om y le dijo:
- Maestro, ya he hecho lo que me dijiste... ¿qué hago ahora, qué planto?
- Nada - le contestó Om - solo espera, se paciente.
A regañadientes Manuel volvió a casa. Cada día miraba por la ventana y viendo su jardín abandonado sentía la tentación de empezar de nuevo a plantar bulbos y plantas exóticas. Pero recordaba las palabras de Om y muy a su pesar, esperaba.
Y una mañana, al mirar por la ventana, Manuel vio con sorpresa que su jardín se había llenado de nuevos brotes. Durante unos días observó con curiosidad las plantas que empezaban a crecer. No eran exóticas, nada de flores raras y delicadas, nada de bulbos alineados por colores y tamaños... lavanda, romero, tomillo, amapolas, flores pequeñas rojas, azules, amarillas... todo se llenó de color y de aromas de campo. Manuel corrió a contárselo a Om:
- ¡Maestro! Mi jardín ha revivido, pero de otra manera. Y es hermoso. Está lleno de flores y hay abejas y mariposas... huele de maravilla y practicamente no necesita de mis cuidados.
- ¿Qué has aprendido, Manuel?
- He aprendido a tener paciencia, a dejar que la vida me sorprenda con sus regalos, a no intentar controlarlo todo... y a valorar el jardín de mi vecino.
- Si, Manuel, la vida te ha quitado algo que amabas, pero te ha recompensado con algo que no esperabas. Disfrútalo y nunca olvides que no tenemos control sobre lo que nos sucede, pero siempre hay regalos que merecen la pena.
TEXTO BY Mayte Sánchez Sempere
IMAGEN BY Mónica Ferrero
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