martes, 8 de septiembre de 2009

EL CUENTO SEGÚN PIGLIA

Todos queremos descubrir el secreto de la vida, por eso leemos cuentos, para conocer ese misterio. Solo que cada lector tiene una pregunta en el fondo de su corazón y solo hay un relato que la responda. Descubrir ese cuento, conocer esa respuesta puede llevarnos meses, años, décadas o puede que no la encontremos nunca.
Pero, ¿y el placer de la búsqueda?, ¿y los reflejos profundos en las galerías de la cueva? Leer, al igual que caminar, merece siempre la pena, aunque no lleguemos a ninguna parte, o el relato, al final, no sea el nuestro.
Pligia sabe de ese secreto, esa búsqueda y él defiende en su tesis que el cuento siempre cuenta dos historias. Por supuesto existe la historia visible pero ésta esconde un relato secreto y de ahí mana el arte.
De cómo enredemos ambas historias dependerá el éxito de nuestro relato, la originalidad de nuestro estilo. De hecho, Pligia dice que los puntos de cruce son el fundamento de la construcción narrativa.
Para defender su idea Pligia acude a los maestros del relato. Incontestables cuentistas del relato como Chéjov, Mansfield, Joyce, Hemingway; gracias a ellos va asentando la creencia de que en el cuento moderno la tensión entre las dos historias no se resuelve nunca. De hecho asegura que, cada vez más, las dos historias del cuento se construyen como si fueran una sola.
Anteriormente ha dejado claro que todo cuento es un relato que encierra un relato secreto y que esa historia secreta es la clave de la forma del cuento.
Pero una cosa ha dejado claro, que esa historia secreta es la clave de la forma del cuento. De ahí que el lector, sediento de juegos, se fusione con el relato y busque hasta la última palabra, ese grial soñado. Los cuentos de Pligia son excelentes muestras de su teoría ( “El precio del amor”, “El laucha Benítez cantaba boleros”) pero es en sus finales donde descubrimos su precisión, su mecánica de relojero, su maestría.
Las dos historias que han jugado en el desarrollo de la trama engarzan en el desenlace de una forma natural, evidente, única. El lector queda ahíto, satisfecho y se relame sin ganas de pasar, de momento, al siguiente relato.
Pligia, gran estudioso además de cuentista y novelista, desarrolla su Tesis aplicándola a sus maestros Hemingway, Kafka, Quiroga, Borges. Todos resisten con brillantez la teoría de las dos historias y muestran su genialidad utilizándola de manera original y única.
De la búsqueda de ese secreto privado en lo más normal y cotidiano nos hablan también, Rimbaud y Pligia. Sus historias nos obligan a girar los ojos, un poco asustados, a nuestro alrededor.
En “Nombre falso”, Pligia resume su teoría: ¿Hay algo más definitorio que nuestro nombre?, ¿algo más falso que una identidad falsa? ¿Contradicción? No, dos historias en dos palabras. Pligia con este título hace una declaración de poética. Precisamente en el prólogo de “Nombre falso” el autor sentencia: “Estoy seguro de que es lo mejor que he escrito. Tal vez pienso así porque lo escribí con la certeza de que por primera vez había logrado percibir lo que realmente se veía del otro lado de la ventana”.
Ni que decir tiene que desde estas páginas nos ocurre lo mismo, en cada relato intentamos colocarnos sin remisión, al otro lado del espejo. y si no, ¿Dónde estaría el misterio?

1 comentario:

Ángel Muñoz dijo...

Me mola esto de ser cuentista, como hago para unirme al manifiesto chicos, felicidades por el blog.