Las cúpulas constreñían pedazos de inmanencia bajo sus límites.
Alguna rondalla azul se juramentaba en la redondez de los postigos. La sombra bostezaba. Los intrépidos domadores de pulgas disponían sus trampas esquizoides. Desperté, aspirando las hélices turbadas y foscas, y los dedos sediciosos florecieron, y esta vez los pechos cautivaron el aliento entrometido.
El vulgar acabamiento sobre un cuerpo expoliado a la noche y sus convulsiones salinas sugería una acto despiadado de hermosura.
Pensé en otro final mientras ella se excitaba a través de la barreras del sueño: a través del tiempo penetré a la diosa.
Los labios fueron encajando todo mi furor ígneo. Hendidos, inquietando el ángulo del rito. Aferrándose, muslo a muslo en precipicio. Armónicos, porque asolaban la ciudad entera y hasta un mundo nuevo en permanente gestación mientras yo los liberaba esparciendo como un profeta inhábil toda la melancolía.
En la curva del vientre, asediado por simas olorosas y anaqueles, hallé mi sumiso escorzo y escuché entonces. El texto y el retoño crecían, ovíparo perfecto, al otro lado del puente.
Ella aún dormía. Pude abrir los ojos desde...
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1 comentario:
barroco, recargado, pero...
ojos abiertos;inusual
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