Crepita nuestra hoguera. Y crepitamos en ella.
Crepitan nuestros sueños. Crepitan bajo la inmensidad de las llamas de olor a incienso, desbordando los deseos de la noche.
Con nostalgia , bajo el paraguas de las estrellas y rodeados por las bocanadas de las chispas desprendidas de la ardiente madera, de extintos objetos que ya no pueden cobijarnos, damos los últimos mordiscos de la coca ; algunos trozos desteñidos vuelan y se detienen frente a nuestra mirada, mientras paladeamos los mil y un sabores de fruta, crema y chicharrones acompañados con cava. Regamos de él nuestros labios.
Un año para incinerar, incinerado, con la incerteza del devenir del siguiente, de saber si , de nuevo, el arco iris vendrá tintado de sangre, o esta vez, nos llevará al paraíso multicolor. A nuestro sueño. Dame la mano y bésame, amor. Bajo el rescoldo de los momentos a punto de ser extintos.
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