Capítulo V: La Isla de Johann Goth.
Tom Grouse fue el primero en recuperar el conocimiento. Se restregó los ojos y comenzó a examinar el territorio en el que Bolvanius, Lund y él yacían. Se despojó de uno de sus calcetines y comenzó a dar friegas con él a los dos caballeros. Éstos recobraron de inmediato el conocimiento.
-¿Dónde estamos? -preguntó Lund.
-¡En una de las islas que forman el archipiélago de las Islas Voladoras! ¡Hurra!
-¡Hurra! ¡Mire allí, caballero! ¡Hemos superado a Colón!
Otras varias islas volaban por encima de la que les albergaba (sigue la descripción de un cuadro comprensible tan sólo para un inglés). Comenzaron a explorar la isla. Tenía... de largo y... de ancho (números, números, ¡una epidemia de números!). Tom Grouse consiguió un éxito al hallar un árbol cuya savia tenía exactamente el sabor del vodka ruso. Cosa extraña, los árboles eran más bajos que la hierba (?). La isla estaba desierta. Ninguna criatura viva había puesto el pie en ella.
-Vea, caballero, ¿qué es esto? -preguntó Mr. Lund a Bolvanius, recogiendo un manojo de papeles.
-Extraño... sorprendente... maravilloso... -murmuró Bolvanius.
Los papeles resultaron ser las notas tomadas por un hombre llamado Johann Goth, escritos en algún lenguaje bárbaro, creo que ruso.
-¡Maldición! -exclamó Mr. Bolvanius-. ¡Alguien ha estado aquí antes que nosotros! ¿Quién pudo haber sido? ¡Maldición! ¡Oh, rayos del cielo, machaquen mi potente cerebro! ¡Dejen que le eche las manos encima, tan sólo dejen que se las eche! ¡Me lo tragaré de un bocado!
El caballero Bolvanius, alzando los brazos, rió salvajemente. Una extraña luz brillaba en sus ojos.
Se había vuelto loco.
-¿Dónde estamos? -preguntó Lund.
-¡En una de las islas que forman el archipiélago de las Islas Voladoras! ¡Hurra!
-¡Hurra! ¡Mire allí, caballero! ¡Hemos superado a Colón!
Otras varias islas volaban por encima de la que les albergaba (sigue la descripción de un cuadro comprensible tan sólo para un inglés). Comenzaron a explorar la isla. Tenía... de largo y... de ancho (números, números, ¡una epidemia de números!). Tom Grouse consiguió un éxito al hallar un árbol cuya savia tenía exactamente el sabor del vodka ruso. Cosa extraña, los árboles eran más bajos que la hierba (?). La isla estaba desierta. Ninguna criatura viva había puesto el pie en ella.
-Vea, caballero, ¿qué es esto? -preguntó Mr. Lund a Bolvanius, recogiendo un manojo de papeles.
-Extraño... sorprendente... maravilloso... -murmuró Bolvanius.
Los papeles resultaron ser las notas tomadas por un hombre llamado Johann Goth, escritos en algún lenguaje bárbaro, creo que ruso.
-¡Maldición! -exclamó Mr. Bolvanius-. ¡Alguien ha estado aquí antes que nosotros! ¿Quién pudo haber sido? ¡Maldición! ¡Oh, rayos del cielo, machaquen mi potente cerebro! ¡Dejen que le eche las manos encima, tan sólo dejen que se las eche! ¡Me lo tragaré de un bocado!
El caballero Bolvanius, alzando los brazos, rió salvajemente. Una extraña luz brillaba en sus ojos.
Se había vuelto loco.
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