Él hace como que no lo ha oído y se acerca a saludar. Se dan la mano, una palmada en la espalda, algunas palabras corteses.
No puede evitar fijarse en su muñeca. Lleva el reloj de su padre, el que le requisaron en la cárcel antes de trasladarle a la capital en una cuerda de presos. Catorce etapas, catorce cálceles, catorce noches pensando si no sería la última. Lleva el reloj de su padre y regenta la que fue su tienda.
Una sonrisa forzada antes de soltar con asco esa mano que se ha apropiado de su herencia.
- Me alegra verte de vuelta, a ver a la familia ¿no? Claro, los que os fuistéis a la capital ya no queréis volver ¿eh?
- No, claro, ya no volvemos...
Porque su padre está muerto y éste ya no es su pueblo y es mejor no preguntar por qué el alcalde lleva el reloj de su padre.
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3 comentarios:
Bueno, muy bueno. Y duro, incluso más.
Enhorabuena.
Como la vida misma, Mayte Sánchez Sempere, como la vida misma. Y encima de la tienda estaba la casa de su padre, que también se la quedó. Bueno, que leñes, si se quedó con el pueblo entero. Me ha encantado el juego continuo con el "tu" y el "su", que nos mantiene perplejos hasta el final. Como en Mecánica Cuántica, que hasta que no colapsa la función de onda no podemos medir nada. Por cierto, eso me recuerda que tienes un reto pendiente, un texto sobre la teoría de cuerdas o algo así.
Gracias Pedro. Y a ti, Janial, que sepas que no me he olvidado, es sólo que he estado de campo y playa :)
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