Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar de Chu Goku vivía Itsuki sobre aquellas acogedoras coníferas japonesas que le servían de refugio y alimento.
Como era muy joven y nunca había ido más allá de su nido, le preguntó a su madre:
- Madre ¿tu conoces otro árbol, otro bosque, otros pájaros?
Su madre, que estaba muy atareada, mostró un gran interés por la gravedad de la pregunta de Itsuki y dejó de alimentar a sus hermanos para contestarle:
- Hijo, yo jamás sentí la necesidad de conocer otro árbol, otro bosque y otros pájaros. Mi vida ha sido siempre muy feliz y sencilla aquí, pero puedes preguntar a tu padre. Tú no lo sabías, pero él vino desde lejanas tierras frías.
La curiosidad de Itsuki era tan grande como pequeñas sus alas. No entendía por qué de repente tenia esas ansias de conocer otros lugares, cómo era que empezaba a sentir deseos de alejarse de su muy amada madre, su venerado padre y sus alegres hermanos.
En el bosque se percibía, por detrás del aroma del incipiente verano, una inusual atmósfera de tormenta y humedad. Bueno, para él todo era inusual, porque la historia de su vida era tan corta aún, que no podía saber por experiencia propia cómo debían sucederse las estaciones. Pero algo instintivo le señalaba direcciones diferentes y se sentía inquieto y confundido.
Regresó su padre y sin ceremonia alguna Itsuki le preguntó:
- Padre ¿tu conoces otro árbol, otro bosque, otros pájaros?
Su padre, que estaba muy cansado, mostró un gran interés por la gravedad de la pregunta de Itsuki y dejó de batir sus vigorosas alas para contestarle:
- Hijo, mi vida es muy feliz y sencilla aquí, pero al igual que tu ahora, una vez sentí la necesidad de conocer otro árbol, otro bosque y otros pájaros. Yo nací en lejanas tierras frías. Vine con mis hermanos, atraído por el aroma del incipiente verano de este bosque. Aquí encontré mi sitio junto a tu madre y ya no siento necesidad de volar lejos.
Lo que su padre le contó le sumió en un estado aún más inquietante y confuso. Podía sentir una arcana voz interior que le enviaba extrañas visiones de lugares con árboles de zafiro que se deshacían con rumores de arena, que luego se convertían en planicies de ópalo salpicadas de perlas brillantes, para luego encontrar altísimos árboles de jade de todas las tonalidades, en los que estaban otras aves entonando dulces trinos desconocidos.
Sus padres supieron que Itsuki marcharía en busca de su árbol, de su bosque y de esos otros pájaros desconocidos que veía en sus sueños.
Su pequeño tamaño no impidió que su gran voluntad le hiciera atravesar mares de zafiro y playas de ópalo salpicadas de perlas brillantes.
El joven Itsuki no iba solo, le acompañaban otros pequeños Loxia curvirostra y otras aves asiáticas que en su migración al parecer cometen errores en lo que se refiere a la dirección y se desvían hacia Europa.
No se sabe si son empujados por las fuerzas meteorológicas, si se trata del resultado de un error en su "programa" migratorio, o si sus genes son responsables de la inquietud migratoria, el caso es que Itsuki llegó al bosque de altísimos árboles de jade de distintas tonalidades.
A finales de enero, estaba Ana, joven hembra de piquituerto, trinando en lo alto de un pino silvestre del Alto del León, en la Sierra de Guadarrama. Estaba a punto de entrar en época de cría y entonces fue cuando Itsuki reconoció aquella dulce canción que escuchaba entre sueños en el bosque de Chu Goku.
El viaje genéticamente programado para él desde Asia, acabó en alguna parte de la Sierra de Guadarrama, junto a Ana.
Soledad Davia
Como era muy joven y nunca había ido más allá de su nido, le preguntó a su madre:
- Madre ¿tu conoces otro árbol, otro bosque, otros pájaros?
Su madre, que estaba muy atareada, mostró un gran interés por la gravedad de la pregunta de Itsuki y dejó de alimentar a sus hermanos para contestarle:
- Hijo, yo jamás sentí la necesidad de conocer otro árbol, otro bosque y otros pájaros. Mi vida ha sido siempre muy feliz y sencilla aquí, pero puedes preguntar a tu padre. Tú no lo sabías, pero él vino desde lejanas tierras frías.
La curiosidad de Itsuki era tan grande como pequeñas sus alas. No entendía por qué de repente tenia esas ansias de conocer otros lugares, cómo era que empezaba a sentir deseos de alejarse de su muy amada madre, su venerado padre y sus alegres hermanos.
En el bosque se percibía, por detrás del aroma del incipiente verano, una inusual atmósfera de tormenta y humedad. Bueno, para él todo era inusual, porque la historia de su vida era tan corta aún, que no podía saber por experiencia propia cómo debían sucederse las estaciones. Pero algo instintivo le señalaba direcciones diferentes y se sentía inquieto y confundido.
Regresó su padre y sin ceremonia alguna Itsuki le preguntó:
- Padre ¿tu conoces otro árbol, otro bosque, otros pájaros?
Su padre, que estaba muy cansado, mostró un gran interés por la gravedad de la pregunta de Itsuki y dejó de batir sus vigorosas alas para contestarle:
- Hijo, mi vida es muy feliz y sencilla aquí, pero al igual que tu ahora, una vez sentí la necesidad de conocer otro árbol, otro bosque y otros pájaros. Yo nací en lejanas tierras frías. Vine con mis hermanos, atraído por el aroma del incipiente verano de este bosque. Aquí encontré mi sitio junto a tu madre y ya no siento necesidad de volar lejos.
Lo que su padre le contó le sumió en un estado aún más inquietante y confuso. Podía sentir una arcana voz interior que le enviaba extrañas visiones de lugares con árboles de zafiro que se deshacían con rumores de arena, que luego se convertían en planicies de ópalo salpicadas de perlas brillantes, para luego encontrar altísimos árboles de jade de todas las tonalidades, en los que estaban otras aves entonando dulces trinos desconocidos.
Sus padres supieron que Itsuki marcharía en busca de su árbol, de su bosque y de esos otros pájaros desconocidos que veía en sus sueños.
Su pequeño tamaño no impidió que su gran voluntad le hiciera atravesar mares de zafiro y playas de ópalo salpicadas de perlas brillantes.
El joven Itsuki no iba solo, le acompañaban otros pequeños Loxia curvirostra y otras aves asiáticas que en su migración al parecer cometen errores en lo que se refiere a la dirección y se desvían hacia Europa.
No se sabe si son empujados por las fuerzas meteorológicas, si se trata del resultado de un error en su "programa" migratorio, o si sus genes son responsables de la inquietud migratoria, el caso es que Itsuki llegó al bosque de altísimos árboles de jade de distintas tonalidades.
A finales de enero, estaba Ana, joven hembra de piquituerto, trinando en lo alto de un pino silvestre del Alto del León, en la Sierra de Guadarrama. Estaba a punto de entrar en época de cría y entonces fue cuando Itsuki reconoció aquella dulce canción que escuchaba entre sueños en el bosque de Chu Goku.
El viaje genéticamente programado para él desde Asia, acabó en alguna parte de la Sierra de Guadarrama, junto a Ana.
Soledad Davia
1 comentario:
El destino es caprichoso. A veces se nos presenta en forma de hormiguillo inquieto y nos hace salir a su encuentro por muy lejos que esté. Y no sabemos qué nombre dar a esa sensación que hace que nos hierva la sangre y hagamos cosas hasta ahora insospechadas. Tan sólo sabemos que tenemos que hacerlas.
Me ha parecido un cuento precioso con una chispita de humor. En Guadarrama, el pajarillo será muy muy feliz al lado de su pajarita española.
Un beso.
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