Mi perro leía la mente.
Teníamos un número en un espectáculo de variedades: “El perro telépata” se llamaba. Todas las noches le ponía un turbante y un chalequito de terciopelo y salíamos a escena. Yo llevaba un frac. Él se paseaba por las mesitas y me decía lo que pensaba el público. Luego, yo lo repetía en voz alta señalando a la persona indicada. Causábamos furor.
Un día me comunicó su renuncia. Y yo tuve que chantajearlo con la perrera.
Desde entonces, el muy rencoroso me ha negado la palabra.
Luisa Fernández
2 comentarios:
Querida Luisa:
Bonita historia matrimonial.
Paz y feliz 2009.
Daniel.
Es lo que tienen los matrimonios…
Feliz año a ti también, Daniel.
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